Con ideas originales de Seth Godin.
Cuando la TV fue adoptada por primera vez, fue un regalo mágico. Los programas unieron nuestra cultura y los comerciales detonaron un aparentemente infinito boom de consumismo.
Sin embargo, en la actualidad los mercadólogos han vuelto la TV un instrumento de insatisfacción. Los programas excluyen a muchos porque llevan un mundo caro e idealizado a los hogares de gente a la que cada vez le alcanza para menos.
Y los comerciales le recuerdan a casi todos que sus vidas son incompletas e infelices—a menos que compren lo que esté ofertándose. Peor aún, las noticias están optimizadas para impactar, asustar y dividir a quienes las ven.
Las redes sociales pueden amplificar estos ciclos viciosos. Es la TV multiplicada por 1,000.
Y así hay una clase media, millones de personas que serían ricas como reyes en otro lugar o momento, que está enojada y decepcionada y sintiéndose dejada atrás. Víctimas de un régimen de medios en el que son ambas cosas; el usuario y el producto.
Cada vez que la TV y las redes sociales se convierten en coladeras de tiempo en un hogar, el placer se incrementa y la felicidad disminuye.
La solución es simple y difícil.
Podemos apagarlo.
Si no está dándote lo que necesitas o deseas, apágalo por unas horas.