Hace unos días estaba tras bambalinas esperando mi turno para hacer mi presentación cuando mi corazón empezó a acelerarse. Eso ya no debe sucederme, he dado cientos de pláticas los últimos años. Pero esta audiencia era intimidante. Debía dar la conferencia inicial después de la cena de retiro del staff de TED. O sea, gente que vive de diseñar y dar grandes pláticas y conferencias.
Empecé a preocuparme sobre como impresionarlos. Y entonces recordé algo que aprendí de Mohamed El-Erian, un brillante economista y el rey de la humildad de los grandes ejecutivos.
Le pidieron a Mohamed que diera una conferencia sobre la economía global a un grupo de corredores de bolsa. Antes de subir al escenario le advirtieron los organizadores que ese grupo tenia por definición un umbral de atención corto, ya estaban medio tomados después del cóctel de apertura e incluso algunos le aventaron panecillos al conferenciante previo.
En cuanto pisó el escenario, hizo algo inusual. Dijo en voz alta «Estoy asustado.»
Les dijo porqué. «Me explicaron que ustedes pondrían poca atención y compromiso. Que serían una audiencia pesada. Y como aventaron panecillos al conferenciante previo les aviso que estoy listo para usar la mesita como escudo.»
Y finalmente les advirtió que estaba listo para dormirles con 62 láminas de su presentación.
Todos se rieron. Les dijo que estaba bromeando y procedió a comentarles no solo lo que a el le gustaría saber de economía si estuviera en su posición, pero también como podrían ellos pensar acerca del mundo.
Se pegaron inmóviles a sus asientos por media hora. Luego, al final del periodo de 20 minutos de preguntas y respuestas, seguía habiendo varias manos levantadas.
Mohamed comprendió que la gente que nos deja las mejores impresiones no tienen como objetivo impresionar a los demás. Se enfocan en conectarse con otros. Al reconocer que estaba asustado, se convirtió en humano y vulnerable. Les mostró que le importaba lo que la audiencia pensara de el y entendió su perspectiva.
Los buenos comunicadores se hacen ver inteligentes. Los comunicadores excelentes hacen a sus audiencias sentirse inteligentes.
Me tomó tiempo reconocer la importancia de las emociones de la audiencia para la comunicación. El año pasado, mientras preparaba una conferencia en TED cuando la pregunta de un coach me detuvo: ¿Qué quieres que sienta tu audiencia?
Al principio me sentí ofendido. No quiero que la audiencia sienta. Quiero que piensen. Mi definición favorita de la persuasión viene de Chris Anderson: «El acto de remplazar la visión de alguien mas con una mejor.» Esperaba razonar con la visión de la audiencia, no simpatizar con ella.
En retrospectiva, no puedo imaginar una pregunta mas importante en el tema de la comunicación. En los asuntos que la gente tiene muy cerca, para cambiar lo que creen tienes que cambiar en lo que creen. Por eso tuve que apelar al corazón y la mente.
Así que, forzadamente me senté (después me lamente que no simpatice) para decidir que quería que mi audiencia sintiera. ¿Inspirado? No. Soy maestro ni predicador. Dejo la inspiración a gurus que lideran a la gente en caminatas espirituales sobre carbón ardiente y luego los inspiro para que sus quemaduras de segundo grado sanen en su carne. ¿Confiado? Definitivamente no. ¿Conmovido? Negativo. Me incomoda estar con alguien que empieza a llorar.
Eventualmente decidí usar tres emociones: sorprendido, fascinado y entretenido. No es coincidencia que esas sean mis emociones favoritas para sentir cuando estoy sentado en la audiencia–todos queremos dar el tipo de platicas y conferencias que nos encanta disfrutar.
La sorpresa me gusta porque aprendemos mas cuando nuestras creencias son retadas. También porque alguna vez fui mago (aunque a mi esposa le gusta recordarme que los magos son el penúltimo escalón de la jerarquía del entretenimiento, justo entre los ventrílocuos y los mimos).
Fascinación porque significa que no solo estamos despiertos sino excitados por aprender mas.
Mientras que el entretenimiento importa porque es igual de divertido dar que recibir sonrisas–y también es la pista mas visceral y escuchable que demuestra que la audiencia esta contigo.
La regla cardinal del humor funcionando es burlarte de ti mismo, no de los demás. El auto burlarte requiere vulnerabilidad. Así que hice una lista de mis momentos favoritos de vulnerabilidad. El emprendedor que incluye una lamina en su presentación de ventas razones por las cuales NO invertir. El solicitante de empleo que estaba sub calificado para una posición pero la obtuvo pues su portada curricular decía «Probablemente no soy el candidato que sueñan.»
Y el Presidente Americano que fue acusado por su oponente en un debate de tener dos caras. La historia dice que Lincoln le respondió, «Si tuviese dos caras, ¿crees que esta es la que traería puesta?»
Así que me encamine al escenario de mi conferencia y abrí así, «Si hay algo mas aterrorizante que hablar en TED, es hablarle a TED.»
La audiencia se rió. Se rompió el hielo y me tranquilice.
El considerar que es lo que quieres que tu audiencia sienta hace que la vulnerabilidad sea menos terrible.
No se trata de ti, sino de ellos.