A los humanos nos gusta pensar que somos muy inteligentes. Sin embargo, esos magníficos cerebros que nos permiten dividir el átomo y tocar la luna son los mismos estúpidos cerebros que no pueden iniciar una tarea hasta que llega el día anterior al que se debe entregar.
Evolucionamos de criaturas primitivas, pero nunca logramos quitarnos su legado por completo. A la parte inteligente, racional de tu cerebro denominada «conciencia» vamos a llamarle Albert para explicarlo en este escrito. El vive en tu cerebro enseguida de un reptil pequeño que llamaremos Rex.
Como cuando no puedes dejar de notar si una persona extraña es muy bella. Ese es Rex y no importa que tanto lo intentes, nunca puedes apagarlo. Es tu instinto, tu impulso, tu amor y tu miedo.
Nos gusta imaginar que Albert es nuestra «verdadera identidad» – la parte consciente de nuestro cerebro. La parte que habla y razona. Cuando decidimos ir al gym o escribir un articulo, Albert tomo esa decision. Pero Albert envejece, se cansa fácilmente y se apaga todo el tiempo.
Tu cerebro se enfrasca en una guerra de voluntades entre un profesor somnoliento y un reptil impulsivo con energía ilimitada. Prácticamente puedes darle el volante a Rex.
Pero Rex escucha a Albert. Como un niño, va a hacer mucho de lo que le indiquen siempre y cuando no tenga que estar demasiado en desacuerdo. Pero si Rex está desesperado por echarse en el sofá para ver Netflix y comer Cheetos entonces eso es lo que vas a terminar haciendo.
El increíble ascenso de la especie humana a nuestro alrededor es posible principalmente porque hemos desarrollado sistemas para tratar a Rex en nuestros cerebros, domándolo, calmándolo y seduciendolo. La disponibilidad amplia de comida y techo han ayudado mucho. Igual han ayudado el sistema legal y la justicia. La educación obligatoria. El entretenimiento. La monogamia. Todo eso tranquiliza a Rex lo suficiente como para que Albert haga algo útil – como descubrir la penicilina o inventar los Cheetos.
Ahora veamos tu tendencia a dejar las cosas pendientes.
Estás tomando una decisión con tu mente consciente y preguntándote porque no la llevas a cabo. La realidad es que tu tomador de decisiones del diario –Rex– no es tan maduro.
Imagina que tuvieras que convencer constantemente a un niño pequeño para que haga lo que quieres. Para acciones simples el imponer tu autoridad puede ser suficiente (casi siempre). «Es hora de cenar».
Pero si ese niño no quiere hacer algo, no te va a escuchar. Necesitas engatusarlo: :
- Olvida la lógica. Una vez que decidas hacer algo, la lógica y la razón no van a ayudarte. Tu reptil interior puede ser aplacado, espantado y excitado. Pero no habla tu lenguaje ni se puede razonar con el.
- La comodidad es importante. Si tienes hambre, estás cansado o deprimido tu pequeño reptil se va a rebelar. Si dejas de cuidarte se retorcerá y negará a hacer cualquier maldita cosa que digas. Para eso existe. Comer, dormir y divertirse.
- Alimenta la disciplina. Haz una rutina de reforzamiento positivo y negativo. Si quieres que un niño se coma sus vegetales no le des el postre primero. Date premios por los éxitos y alista castigos seguros por tus fallas. Algunos ejemplos clásicos son el comprometerse públicamente con alguna meta o trabajar en equipo – la presión social puede influir en Rex.
- Promueve las emociones. Tu cerebro de reptil responde a las emociones. Ese se su lenguaje. Así que motívate o aterrorízate. Las pláticas motivacionales, películas y artículos pueden funcionar por algún tiempo. El uso de música dramática te ayuda a imaginar algo terminado o los horrores de no hacerlo. Haz tu imaginación tan gráfica que te haga temblar. De nuevo, es lo mismo que usamos con los niños por una razón: «Lávate los dientes o se te van a caer».
- Fuerza el inicio. Lo más importante que puedes hacer es iniciar. Mucho del instinto de Rex es evitar los cambios, pero una vez que inicias algo esos instintos van a inclinarse a tu favor. Con suficiente tiempo, puedes incluso convencer a Rex para que ame hacer las cosas que odiaba. Por eso forzamos a los niños a ir a la escuela o a tomar clases de piano.
- Modifica tu entorno. Rex tiene vista corta y no es muy listo. Si ve un icono de Facebook lo va a querer tocar. Es como mostrarle a un niño el inicio de un atractivo programa de TV poco antes de su hora de dormir. Diseña tu entorno para que esté libre de esas distracciones, apaga el correo, los mensajes y notificaciones. Separa tus lugares de trabajo y de diversión y en un entorno ideal separa las computadoras (o al menos las cuentas).
Una vez que sepas como es Rex, empezarás a reconocer los patrones de su conducta y a controlarlos.
Recuerda, hay un pequeño e impulsivo reptil en tu cerebro y desafortunadamente está al control del volante. Si puedes ser un buen Padre para él entonces va a hacer lo que le indiques y te será de utilidad. Solo recuerdale siempre quien está al mando.