El enojo es un privilegio.
Es la emoción menos útil, la que nunca buscamos.
La gente realmente estresada nunca se enoja. Alguien que esta hambriento o ahogándose o escapando no se enoja.
Y, por supuesto, el enojo rara vez nos ayuda a obtener lo que necesitamos.
El enojo nubla nuestro juicio, frustra nuestras relaciones y nos hace equivocar nuestras prioridades.
El enojo trata de persuadirnos de que podemos justificarnos, pero simplemente nos aleja de lo que realmente ocupamos.
Para poder estar enojado, necesitamos creer que no estamos obteniendo lo que merecemos. Pero por supuesto, esa expectativa es la causa de la irritación. Podemos elegir desaparecer esa expectativa y aceptar el hecho de que tenemos suficiente suerte para sentirlo, y después, en lugar de ello, regresar a trabajar en algo generoso.
Sucede que el enojo en un privilegio y enojarse es una elección.