El repique de una campanilla es resonante. Una fuerza pequeña que provoca vibraciones de simpatía, y la magia sucede.
El estruje requiere un esfuerzo significativo que incluso puede destruir el objeto sobre el que se aplique.
Cuando repicas una campanilla para tus clientes, has hecho una entrega cuidadosa y empática.
Pero cuando buscar estrujar cada dólar de una transacción, probablemente ha sido la última vez que lo hagas con ese cliente.
PD Suscribete conmigo en rafaelorduy.com para que recibas a diario estos pensamientos…