Los optimistas que se entusiasmaron con la promesa de que «todos tienen un micrófono» con la Internet hace 20 años, pasaron por alto dos defectos de la naturaleza humana.
Primero, con una recompensa suficiente (dinero, atención, fama, notoriedad) hay gente que va a presentarte para decir y hacer cosas que saben equivocadas.
En segundo lugar, si hay gente suficiente en el primer grupo de pescadores de fondo, muchas otras personas pueden decidir que esos actos no están tan equivocados como lo pensaban. La Internet termina normalizando ese comportamiento, porque esa mala acción captura nuestra atención y se nota. Multiplicamos a los fuera de serie en nuestra imaginación y llegamos a la conclusión errónea de que sus actos son cosa común, cuando en realidad no lo son.
Hay dos rutas hacia adelante, y ambas dependen de nosotros: Primero, podemos empezar a poner más atención (premiando) el buen comportamiento. Y en segundo lugar, podemos empezar a modelar precisamente el tipo de discurso y contribuciones que esperamos ver de los demás.
El mejor antídoto a un cambio cultural hacia el mal comportamiento es re normalizar el buen comportamiento.
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