Si tu carrera depende de un proceso de detección y selección, es una ficción útil el imaginar que estás haciendo algo más que adivinar aleatoriamente.
Las admisiones universitarias.
Aprobar la filmación de una película.
Elegir acciones en la bolsa.
Decidir que libro se publica.
Los datos son claros, de hecho: mientras que es posible ser peor que el promedio en la mayoría de estas tareas, es casi imposible ser consistentemente mejor que dicho promedio.
Como dijo William Goldman, «nadie sabe nada.»
Es mucho más honesto (y eficiente) que una universidad de prestigio mande una carta a quienes llenen un criterio básico y les diga, «eres lo suficientemente bueno, pero no hay espacios suficientes, de modo que vamos a escoger al azar.» Porque la verdad es que un grupo de gente calificada, elegida aleatoriamente, va a ser tan exitosa como cualquier otra combinación que pudieran crear.
Y si eres de los que no fueron elegidos, no te acongojes. Los que eligen no saben cómo hacerlo mejor. No pueden saberlo.