No invertí tiempo ayer preocupándome por ser devorado por un oso. O que podría contraer cólera a través del agua potable en mi casa.
A través del tiempo, hemos hilado capas de aislamiento entre nosotros y el mundo.
Los zapatos hacen más fácil el caminar por ahí. Podemos poner un pie enfrente del otro sin tener que preocuparnos por rocas o clavos oxidados.
El aislamiento invisible es una forma de civilización.
Y cuando no está disponible para todos, se convierte en un privilegio. Igual de invisible a veces, pero para que las cosas mejoren, necesitamos verlo y darnos cuenta de que está ahí y que hagamos algo al respecto.
Si otras personas tienen zapatos, no importa si tus zapatos son menos funcionales. Pero si ellos no tienen, entonces todo lo que contribuyen (para tí, para mí, para todos) va a ser distinto.
Ha sido una vergüenza nuestra falla en ofrecer aislamiento ampliamente. Acceso a salud. Agua limpia. Buenas escuelas. Libertad de temer a un estado de violencia. Y el beneficio de la duda, que fácilmente ignoramos. Porque todo eso se suma, cada día, por generaciones.
Es casi imposible hacer una lista de todas las cosas que no me preocuparon ayer. Necesitamos trabajar tiempo extra para que esto sea real para más gente.