Si accidentalmente dejas abiertas las puertas de un campo y unos vándalos terminan destruyendo todas las hectáreas de cultivos, la culpa se siente diferente a que si tu mismo prendieras fuego al campo, incluso si el daño que resulta es idéntico.
En nuestra sociedad, tratamos los errores de omisión de manera distinta a la decisión de cometer un crimen.
Pero hay innumerables sitios intermedios.
¿Qué si deberías de haberte dado cuenta?
¿Y qué tal si pudiste darte cuenta pero no te molestaste en actuar?
¿Y si prometiste que harías la labor para encontrar un camino, pero no lo hiciste?
Una razón por la que nos escondemos es porque tenemos miedo de comprometernos, de hacer una promesa que no podamos cumplir, de mostrarnos y aceptar responsabilidad por nuestras acciones intencionales. Pero mientras la información se esparce cada vez más y nuestra influencia se incrementa, ya nos estamos exhibiendo comprometidos. El poder, el deber y el hacer no solo riman, existen de manera continua.